13 alimentos supuestamente saludables… de los que debe
huir
Hace unos días
escribí sobre un hecho esperanzador: la evolución de nuestros hábitos
alimenticios fruto de una mayor concienciación respecto a lo que debemos comer.
Pensando en quienes
cada vez más se preocupan por alimentarse bien, hoy quiero dar un paso más
allá, y voy a hablarle de 13 alimentos que, pese a que muchos de los que los
consumen lo hacen pensando que son saludables, en realidad no lo son.
La comida basura es
la principal causa de la epidemia de obesidad y enfermedades cardíacas que
padecen las sociedades actuales. Pero lo peor es que muchos creen que comen
sano cuando en realidad están consumiendo porquerías.
En este texto quiero
hablarle de 13 alimentos llamados “dietéticos”, pero que en realidad no son más
que comida basura disfrazada:
1. Los alimentos transformados “bajos en grasas” y “0
% materia grasa”
La guerra contra las
grasas saturadas es uno de los peores errores que se han cometido en la
historia de la nutrición.
Hoy en día ya ha
quedado demostrado que el razonamiento era completamente erróneo, pero los
tópicos tienen una larga vida y los conglomerados industriales continúan
inundando el mercado de productos con menos materia grasa.
Sin embargo, lo que
no explican es que un producto al que se le ha quitado la materia grasa deja de
tener sabor y, para compensar que se ha vuelto insípido, los fabricantes le
añaden azúcar.
No obstante, los
estudios son categóricos: mientras que las grasas saturadas no suponen ningún
peligro, consumir azúcar en exceso sí que daña gravemente la salud.
No se preocupe si le
sorprende esta afirmación, pues la mayor parte de la población sigue pensando
que la grasa es la responsable del incremento del número de personas obesas que
afecta a nuestros países. Haga la prueba y pregunte a sus conocidos; ya verá lo
que le dicen.
Cuando lea “bajo en
grasa” y “0 % materia grasa” en el etiquetado, sabrá que se trata de un
alimento altamente transformado y con gran cantidad de azúcar.
2. Los aceites vegetales poliinsaturados
A menudo se aconseja
tomar aceites poliinsaturados porque reducen el colesterol (en especial aceite
de girasol, de pepitas de uva, maíz y soja).
Pero ¡ojo!: el
colesterol es un factor de riesgo y no una enfermedad en sí. Y no se ha
demostrado que los aceites vegetales poliinsaturados tengan la capacidad de
reducir el riesgo de crisis cardiaca o de accidente cerebro vascular (ACV), que
por otro lado es lo que cuenta.
Por el contrario,
varios ensayos clínicos han demostrado que estos aceites poliinsaturados pueden
aumentar la mortalidad por enfermedad cardíaca y cáncer.
El problema parece
ser el exceso de ácidos grasos omega 6 de estos aceites; por eso es mejor usar
grasas como la mantequilla o el aceite de coco para cocinar y dejar el aceite
de oliva, avellana, nuez o linaza para condimentar.
3. La margarina, que supuestamente protege el corazón
La mantequilla lleva
tiempo demonizada, puesto que es rica en grasas insaturadas. Los expertos más
destacados llevan décadas promocionando la margarina, pero hoy por hoy sabemos
que este consejo nada acertado ha tenido efectos desastrosos sobre la salud pública.
La margarina está
hecha de aceites hidrogenados ricos en grasas trans, unidos a compuestos
químicos (entre ellos colorantes) para que este conjunto artificial acabe
imitando la apariencia y la textura de la mantequilla.
Sin embargo, el
“Estudio Framingham sobre el corazón” (Framingham
Heart Study, fruto de la colaboración entre National Heart, Lung and Blood Institute y la Universidad de
Boston, el estudio epidemiológico más completo e importante de todos los que se
hacen, es un estudio que arrancó en 1948 y que analiza a lo largo de décadas
datos sobre las enfermedades cardiovasculares y sus factores predisponentes) ha
demostrado que las personas que sustituyen la mantequilla por la margarina
corren más riesgo de morir de una enfermedad del corazón. (8) (9).
Hoy por hoy, la
mayoría de la gente sigue considerando la margarina como una alternativa sana a
la mantequilla, así que debo animarle a que extienda la verdad a su alrededor.
Para mejorar la
salud, consuma ante todo mantequilla ecológica y evite la margarina y demás
alimentos falsos.
4. Los productos enriquecidos con fitoesteroles para
proteger el corazón
Algunas personas le
dirán que las margarinas de “última generación” son menos ricas en grasas trans
y que están enriquecidas con fitoesteroles, que se ha demostrado que reducen el
colesterol.
Verá estas
margarinas en el supermercado, en el lineal de los lácteos, en un lugar
destacado y anunciando su teórico potencial para reducir el riesgo de padecer
enfermedades cardiovasculares.
Los fabricantes han
creado otros productos enriquecidos en fitoesteroles como los yogures y otros
“derivados lácteos”.
Pero los estudios
han demostrado que los fitoesteroles son, a pesar de todo, malos para la salud
del corazón, tanto que incluso podrían aumentar el riesgo de enfermedades del
corazón y fallecimiento, en especial entre las mujeres con la menopausia.
5. El zumo de fruta: azúcar líquido
Los zumos de fruta
crean la ilusión de ser una elección dietética. Si el zumo está hecho a base de
fruta, se deduce que es tan sano como la propia fruta aunque, en realidad, la
denominación “zumo de fruta” es engañosa. Algunos zumos de fruta que encontramos
en las grandes superficies no contienen ni rastro de fruta... tan solo llevan
aromas artificiales a naranja o piña. En el fondo, no son más que agua
azucarada con aroma a fruta.
Por supuesto, puede
gastarse un poco más y comprar zumo 100 % de fruta fresca, pero sigue siendo
una mala idea.
Un verdadero zumo de
fruta es como una verdadera fruta... salvo que carece de todas las cosas buenas
de la fruta, como son las fibras. Lo único que conserva es el azúcar de la
fruta. La revista médica The Lancet ha
demostrado que se encuentra tanto azúcar en un zumo de fruta “verdadero” como
en los refrescos. (14)
Cada zumo es una
descarga de azúcar puro que hace saltar el nivel de azúcar en sangre y, a largo
plazo, estos picos favorecen el sobrepeso y el riesgo de padecer diabetes.
Si se come una
naranja entera, sus fibras frenan la absorción de fructosa por parte del cuerpo
y la escalonan a lo largo del tiempo. De este modo se ahorra los efectos
nefastos de la fructosa y obtiene el 100 % de los beneficios de la fruta.
6. Los productos “integrales” que supuestamente
protegen el corazón
La mayoría de
productos “integrales” no están hechos de granos de trigo enteros. El trigo se
ha pulverizado en forma de harina y se ha refinado, de modo que esté listo para
digerirse, de forma que el trabajo de la mandíbula y de los jugos gástricos de
descomposición se reduce al mínimo. Por eso los glúcidos de la harina integral
ponen por las nubes la tasa de azúcar en sangre tan rápido como los glúcidos de
la harina blanca. La harina blanca y la harina integral se clasifican en la
misma categoría por su efecto sobre el índice glucémico (que aumenta la tasa de
azúcar en sangre). (15)
A decir verdad,
tampoco aconsejo consumir granos de trigo completamente enteros. El trigo
moderno no tiene nada que ver con el que consumían nuestros abuelos. En la
década de 1960, la investigación agrónoma progresó con rapidez para desarrollar
cereales más resistentes, más productivos y más ricos en gluten. Las
hibridaciones y los retrocruzamientos desembocaron en la aparición de especies
totalmente nuevas que seguimos llamando “trigo”, pero que están tan alejadas
del trigo natural como un elefante de un ratón.
El trigo moderno
creado en la década de 1970 –que se llama Lerma Rojo 64, Siete Cerros, Sonora
64 o Super X– tiene en efecto 42 cromosomas, mientras que el grano de nuestros
antepasados no tenía más que 14. En el ser humano, el hecho de tener un solo
cromosoma de más redunda en minusvalías (como en la trisomía del par
cromosómico 21, que produce el síndrome de Down) o incluso desemboca en la
muerte.
El trigo moderno
tiene menos valores nutritivos, en especial menos minerales y provoca
reacciones más violentas en las personas intolerantes al gluten. Otros estudios
demuestran que podría hacer aumentar la inflamación en el cuerpo y dañar las
arterias.
El mejor consejo que
puedo darle sería consumir cuanto menos trigo moderno mejor, ya sea integral,
entero o refinado.
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7. Cereales “adelgazantes” en el desayuno
Muchos cereales para
el desayuno se presentan como dietéticos. En la caja se puede leer en letras
grandes “rico en vitaminas”, “rico en minerales”, “de trigo integral”, “bajo en
grasas”… pero luego, en pequeñito, descubrimos que los ingredientes no son más
que cereales refinados, azúcar y aditivos químicos. Realmente es un embuste.
Pero lo que más me
saca de mis casillas son esos cereales dirigidos a los niños que se presentan
en vistosas cajas multicolores y que regalan juguetes para coleccionar.
8. Productos para picar “sin gluten”
Desde que los
ciudadanos se preocupan por el consumo del gluten, los fabricantes han
encontrado un filón y todos los productos presentan ahora una versión sin
gluten. Esto permite llenar grandes secciones de los supermercados con
productos llamados “dietéticos” y crear una idea errónea con facilidad.
Tan solo unos pocos
consumidores que se dedican a leer sistemáticamente la lista de los
ingredientes no caen en la trampa, mientras que aquellos que llegan al
supermercado cansados tras una semana dura de trabajo estarán menos atentos a
estas pequeñas estafas.
Estos productos sin
gluten también se han transformado, se han refinado y son tan ricos en féculas
como sus versiones con gluten. Una chuchería sin gluten no deja de ser una
chuchería.
Por eso, escoja
alimentos que, por naturaleza, no contengan gluten, como son la verdura, la
fruta, la carne, el pescado o los huevos.
9. Los alimentos transformados y con la etiqueta
“ecológico”
Los fabricantes
cuentan con muchas argucias para venderle esos alimentos supuestamente
dietéticos. Así, una palabra mágica que aumenta las ventas es “ecológico”.
Todo puede ser
“ecológico”, incluso los alimentos malos para la salud, como las barritas de
cereales, las patatas fritas o el azúcar de caña. Sin duda, contendrán menos
pesticidas, pero no dejan de llevar el mismo azúcar y los mismos glúcidos. Los
alimentos transformados y etiquetados como “ecológicos” no tienen por qué ser
siempre sanos. Lea siempre atentamente la etiqueta para saber de qué están
hechos.
10. Productos veganos
El último grito
entre las palabras mágicas que aumentan las ventas es “vegano”, que designa lo
que no es ni animal (carne, pescado) ni producido por los animales (huevos,
leche). Vegano se asocia a una alimentación saludable, y por eso los
fabricantes se han puesto manos a la obra para elaborar sustitutos veganos
hipertransformados, como el beicon o las salchichas veganas.
Para crear la
ilusión de comerse un trozo de beicon o salchichas, los productores utilizan
agentes espesantes, agentes para dar textura, aromas químicos a beicon,
colorantes y agentes conservantes… una cantidad de ingredientes artificiales
que desaconsejo a todo el mundo… incluso a los veganos.
11. Las salsas y los aliños preparados
La verdura es
excelente para la salud, pero hay quien se queja de que no tiene demasiado
sabor, lo que no me extraña lo más mínimo cuando vemos los métodos de
producción de verdura no ecológica (sobre todo ahora que ya no se respeta la
estacionalidad). Por eso, se aliñan con aceite, vinagre y especias.
Pero la restauración
rápida “dietética”, los supermercados y numerosos restaurantes utilizan aliños
ya preparados. El problema es que contienen gran cantidad de azúcares, aceites
vegetales de bajo coste, ácidos grasos trans, agentes conservantes, agentes
químicos para dar textura y colorantes artificiales. Se presentan en botellas
de plástico y ocupan estanterías enteras en los supermercados.
Con los aliños
industriales, los beneficios de la verdura se ven exterminados.
¡Haga correr la voz!
Es urgente, puesto que las ensaladas para llevar y aquellas que sirven los
restaurantes son el plato preferido de aquellos que se preocupan por su
alimentación.
12. El jarabe de agave
Desde que la
población ha tomado conciencia de los efectos nefastos del azúcar, se ha
emprendido una búsqueda de alternativas más sanas.
Entre los productos
naturales azucarados, encontramos el jarabe de agave, que con frecuencia se
utiliza en los productos que se venden como dietéticos. El problema es que el
jarabe de agave no es que no sea mejor que el azúcar: es que es incluso peor.
El azúcar contiene
mucha fructosa, que hace aumentar de peso cuando se consume en exceso. Para que
se haga una idea, si el azúcar contiene un 50% de fructosa… ¡el jarabe de agave
contiene entre un 70 y un 90% de fructosa!
Por eso, si los
confrontamos, el jarabe de agave es peor que el azúcar de mesa.
Queda claro que un
producto natural no es por fuerza un producto saludable.
13. El jarabe de arroz moreno
El jarabe de arroz
moreno es otro producto endulzante que a menudo se toma como alternativa
dietética al azúcar.
No obstante, se
trata de un alimento altamente transformado: para elaborar el jarabe de arroz
moreno, hay que mezclar arroz cocido y enzimas que descomponen las féculas del
arroz en azúcares simples. Contiene glucosa, pero no fructosa, y es mejor que
el jarabe de agave… aunque su índice glucémico sigue siendo de 98, lo que
significa que pondrá por las nubes la tasa de azúcar en sangre, todo un factor
que contribuye al sobrepeso, la diabetes y las enfermedades cardiacas.
El jarabe de arroz
moreno sufre tal transformación que no contiene ninguno de los nutrientes
esenciales; no contiene más que calorías vacías.
Algunos científicos
han observado que el jarabe de arroz moreno podría estar contaminado con
arsénico, un veneno letal, es decir, una razón más para desconfiar de él.
Hay otros productos
endulzantes bajos en calorías y menos nocivos para la salud, como la stevia o
el xilitol.
Regla de supervivencia en el supermercado
Si una etiqueta
clama a gritos que es un producto dietético, es porque no tiene nada de
dietético. Los verdaderos alimentos sanos son aquellos que no dan
explicaciones, los reconocerá porque son crudos e integrales y no están
elaborados ni refinados.
Un alimento sano no
va acompañado de una lista de ingredientes, porque él mismo es el único
ingrediente.
¡A su salud!